¿Cómo puedo ayudar a regular el tiempo de uso? ¿Qué es recomendable? ¿Qué se considera tecnoadicción?
Las tecnoadicciones se han convertido en una de las problemáticas más relevantes en la actualidad, reconocidas formalmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este término agrupa comportamientos adictivos vinculados al uso excesivo de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTICs), como la adicción a internet, la nomofobia (miedo a estar sin el teléfono móvil), el síndrome FOMO (miedo a perderse algo en las redes sociales) y la adicción a los videojuegos. Desde 2018, el trastorno por videojuegos ha sido incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), lo que subraya la gravedad de estos problemas para la salud pública.
El abuso de las tecnologías, en especial de internet y las redes sociales, afecta tanto a la salud individual como colectiva. Los estudios muestran que las tecnoadicciones están asociadas con problemas psicológicos como ansiedad, depresión, trastornos del sueño y dificultades para establecer relaciones sociales. Estos efectos negativos no solo afectan a los jóvenes, aunque ellos sean los más vulnerables, sino también a adultos que experimentan dificultades para gestionar su tiempo y cumplir con sus responsabilidades diarias (Kuss & Griffiths, 2017).
En el caso específico de las redes sociales, su diseño está pensado para fomentar la interacción constante, lo que aumenta el riesgo de adicción. La actualización constante de contenido y las notificaciones generan un ciclo de gratificación inmediata, dificultando el control sobre el tiempo de uso. Este fenómeno es particularmente preocupante en adolescentes, quienes, debido a su desarrollo cognitivo, tienen menos herramientas para regular sus impulsos y manejar adecuadamente el tiempo que pasan en línea. Un estudio reciente de Twenge et al. (2018) reveló que los adolescentes que pasan más tiempo en redes sociales son más propensos a experimentar síntomas de depresión y ansiedad, debido, en parte, a la constante comparación social que estas plataformas promueven.
Además, investigaciones como la de Hiniker et al. (2016) han mostrado que los adolescentes tienen dificultades significativas para gestionar el tiempo que pasan en redes sociales, aun cuando reconocen que su uso es excesivo. Los jóvenes suelen reportar una "sensación de pérdida de control" frente al tiempo que dedican a estas plataformas, a pesar de sus intentos conscientes por limitar el uso. Este ciclo de dependencia se ve reforzado por características como el desplazamiento infinito y las notificaciones continuas, que mantienen la atención del usuario de manera persistente.
El impacto del uso excesivo de pantallas entre niños y adolescentes no se limita únicamente a la dimensión psicológica. De acuerdo con el último informe de UNICEF sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia, casi un tercio de los adolescentes españoles (31,6%) pasa más de cinco horas diarias en internet y redes sociales, y esta cifra asciende al 50% durante los fines de semana. Este uso prolongado no solo aumenta la exposición a riesgos como el cyberbullying o la comparación social, sino que también puede afectar la salud física, generando problemas como fatiga visual y alteraciones posturales.
El trastorno por videojuegos, ya reconocido por la OMS, es otra preocupación importante. Las personas que sufren este trastorno muestran un patrón de juego persistente y recurrente que interfiere en otras áreas de su vida, como las relaciones sociales o el rendimiento académico (Petry et al., 2018). Al igual que las redes sociales, los videojuegos están diseñados para mantener a los usuarios inmersos el mayor tiempo posible, con recompensas continuas que refuerzan su uso.
Para enfrentar este fenómeno, los expertos recomiendan que los padres adopten un rol activo en la gestión del tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas. Establecer límites claros sobre el uso de dispositivos electrónicos y promover actividades offline, como deportes, arte o lectura, puede ayudar a los adolescentes a mantener un equilibrio saludable entre el mundo digital y el físico. Además, es esencial que los adultos modelen un comportamiento equilibrado con la tecnología, ya que los jóvenes tienden a imitar el uso que ven en sus padres.
Consejos para padres:
Es importante saber cuándo se requiere una intervención profesional. Si un adolescente muestra dificultades para controlar el tiempo que pasa conectado, se aísla socialmente o presenta cambios de ánimo importantes (irritabilidad, ansiedad o tristeza) al no poder usar sus dispositivos, es recomendable consultar con un especialista. La dificultad para conciliar el sueño, la fatiga constante o la disminución del rendimiento escolar también son signos de alarma que no deben ser ignorados.
Las tecnoadicciones, en particular aquellas relacionadas con las redes sociales y los videojuegos, ya no pueden verse como un fenómeno aislado. La capacidad de estas plataformas para captar la atención de los usuarios y generar dependencia está bien documentada, y los adolescentes, debido a su etapa de desarrollo, son especialmente vulnerables a sus efectos negativos. Reconocer los signos tempranos y establecer pautas claras para un uso saludable de la tecnología es esencial para evitar que estos problemas se conviertan en una crisis de salud pública.